Embarazadas sufren nuevas formas de violencia

  • La investigación Violencia obstétrica: visibilizando sus consecuencias psicológicas, realizada por alumnas de la Universidad de Monterrey, denuncia una serie de tratos violentos hacia algunas mujeres durante el proceso de atención del embarazo o del parto en contextos institucionalizados

 

Las mujeres sufren formas distintas de violencia luego del alumbramiento, que no son contabilizadas.

Algunas experiencias de mujeres durante el embarazo, el parto o después de él, como el alumbramiento con mecanismos violentos, las intervenciones quirúrgicas innecesarias, la toma de decisiones por parte de médicos sin consultar con la mujer o la separación prolongada de su bebé al momento del nacimiento se han vuelto prácticas normalizadas y, en muchos casos, sin que la nueva madre sepa que son formas de violencia.

Se acostumbra que, durante este mes, se celebren a las madres, sin embargo, la violencia alrededor de las mujeres durante el proceso de atención del embarazo o del parto, o violencia obstétrica, está presente en contextos institucionalizados, tanto públicos como privados; se ha encontrado que dicho fenómeno genera consecuencias negativas para la salud física y psicológica de las madres y sus hijos e hijas, de acuerdo con una investigación de estudiantes de la Universidad de Monterrey.

Según la información obtenida, en México, el 33 % de las mujeres entre 15 y 49 años reportan haber experimentado violencia obstétrica; el 37 % sufre de agresión verbal; el 34 % no recibe atención; el 31 % sufre de presión para aceptar un método anticonceptivo o esterilización; al 16 % le fue denegada la anestesia y el 5.49% fue aislada de su bebé por más de cinco horas.

El estudio Violencia obstétrica: visibilizando sus consecuencias psicológicas fue realizado por las alumnas Roberta Betsaida Calderón Castillo, Christina Gutiérrez Sepúlveda y Estefanía Rodríguez González como su Proyecto de Evaluación Final para graduarse de la Licenciatura en Psicología de la UDEM, bajo la asesoría de Paola González Castro, profesora de la Escuela de Psicología.

La investigación tuvo un enfoque cualitativo y alcance exploratorio; se entrevistó a mujeres mayores de edad residentes del área metropolitana de Monterrey que habían sufrido algún tipo de violencia durante el parto.

Este trabajo estudiantil indica que la violencia en el embarazo, trabajo de parto y posparto, junto con otros factores como la falta de apoyo por parte de la pareja o familia, tienen como consecuencia dificultad en la lactancia materna, interferencia en la relación materno infantil, trastorno por estrés postraumático y síntomas de depresión posparto.

“El problema es de desconocimiento; hay muchas mujeres que no solo no conocen sobre el proceso fisiológico del parto o sobre sus derechos de decidir y tener un plan para el parto, sino que no saben que los procedimientos u omisiones en la atención a los que son sometidas son un tipo de violencia”, explicó González Castro.

Algunos de los mecanismos por los que se ejerce la violencia obstétrica son los tactos vaginales reiterados; la inducción al parto con mecanismos violentos, sin seguimiento y monitorización constante; la instrumentalización del parto, aun cuando no hay necesidad de realizarla; la medicalización; el no permitir a la mujer parir acompañada del esposo o familiar; la normalización del sufrimiento; la deshumanización del proceso; el no permitir el apego inmediato, a pesar de ser posible; no fomentar y promocionar la lactancia y la falta de protocolos para el duelo perinatal, entre otros.

“Hace falta mucha educación sobre los procesos propios de la reproducción, la concepción, el desarrollo intrauterino del feto y de desarrollo infantil; hace falta mucha educación para que cada vez las mujeres puedan apropiarse más de estos procesos y que ellas mismas puedan decidir y exigir los mejores tratos en este momento fundamental para todo ser humano”, estableció la catedrática.

En su estudio, las alumnas manifiestan que la solución de este problema no es tipificar la violencia obstétrica como delito, sino que el Sistema Nacional de Salud la identifique como una violencia institucional y violencia de género para garantizar el acceso a una atención médica de calidad.

LOS AVANCES Y LOS PENDIENTES

El concepto de violencia obstétrica surgió a principios del siglo XXI, cuando hubo estudios que detectaron que el trato que se está dando a las mujeres en periodo del parto no es el más idóneo y, finalmente, en 2007, en Venezuela fue donde, por primera vez, se estatuta en una legislación cuáles son las características de la violencia obstétrica y también se empiezan a promocionar los buenos tratos y a castigar las violencias obstétricas, como lo especifica la investigación.

De acuerdo con la Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, de la República Bolivariana de Venezuela, fechada en 2007, la violencia obstétrica es “la apropiación del cuerpo de la mujer y los procesos reproductivos por parte del personal de salud, que se expresa mediante el tratamiento deshumanizante, el abuso de la medicalización y la patologización de los procesos naturales, que dan como resultado la pérdida de autonomía y la incapacidad de que estas mujeres puedan decidir libremente sobre su cuerpo, sobre su sexualidad y sobre lo que repercute de forma negativa en su calidad de vida”.

En España, es normal que la mujer embarazada llegue con un plan de parto, según lo comentó González Castro, por lo que el personal médico sabe las especificaciones bajo las cuales quiere esa mujer dar a luz a ese niño o niña.

“En México, estamos todavía en la idea de que el médico tendría la única y la última palabra y que es quien decide al 100 % casi siempre los procedimientos sobre cómo, dónde y cuándo se deben hacer”, expuso.

A pesar de que no es muy conocida, Nuevo León cuenta con la Ley para la Protección, Apoyo y Promoción de la Lactancia Materna, de la que se aprueba su última reforma el 20 de enero de 2016 y en la que se manejan algunos temas relacionados con promover los buenos tratos en el momento del parto, como ejemplo, González Castro mencionó el apego inmediato, el fomento a la lactancia desde la primer hora de vida, la necesidad de asesoras de lactancia en las maternidades así como la sensibilización en temas relativos a competencias parentales y buenos tratos hacia las infancias desde el nacimiento.

LAS MALAS PRÁCTICAS

La violencia obstétrica también se consuma cuando hay procesos que no debería ser realizados, pues no hay una razón médica para hacerlo, pero aun así se realizan, según definió González Castro, como una episiotomía (incisión quirúrgica para que el conducto vaginal sea más amplio y facilitar el deslizamiento del feto), aunque muchas veces no se requiere.

“No siempre es recomendable la episiotomía: la OMS la recomienda solo en casos muy específicos, pero hay médicos que la practican sí o sí”, expuso.

“Hemos encontrado que, en los hospitales públicos, sobre todo, a las parturientas se les pide no gritar, no llorar, no quejarse; durante la labor de parto, el personal médico les llega a preguntar: ‘¿cómo no lloraste o no te dolió cuando tuviste relaciones sexuales?’, como si el parto tuviera que ser un sufrimiento necesario para limpiar el acto sexual que lleva a nuestra especie a procrear”, denunció.

Otro tipo de violencia obstétrica son las cesáreas que no son necesarias, según la profesora de la UDEM, porque hay médicos que, “por comodidad propia, por la agenda o por el bolsillo –que muchas veces van de la mano–”, practican cesáreas, no porque la mujer lo requiera y llevan a las mujeres a esa decisión bajo engaño, diciéndoles que sus caderas son muy estrechas, que el bebé llegó a las 37 semanas, cuando puede llegar a las 40 o 41 semanas.

“Dejar a las mujeres sin atención durante un parto, no darles bebidas o alimentos, no dejarles movimiento, son las maneras que se han detectado que se ejercen los tipos de violencia; inducir los partos porque el médico tiene prisa, porque hay que hacer cesárea para que el bebé salga rápido, y aunque, muchas veces, se hacen mediante oxitocina, en algunos casos se hacen mediante procedimiento manuales brutales, que dejan traumatizadas a las mujeres”, relató.

Durante la investigación, las alumnas de la UDEM constataron que había dificultades en la lactancia materna, interferencia en la relación materno-infantil, madres que no se sentían capaces de cuidar o proveer bienestar a sus recién nacidos, sobre todo, por el denominado estrés postraumático, que es cuando la madre revive en su mente una y otra vez la experiencia de las violencias ejercidas sobre ella.

“En algunos casos, la violencia obstétrica va a tener como consecuencia que las mujeres desarrollen síntomas de depresión posparto; lo cual, si no se tienen las redes de apoyo necesarias, puede llegar a afectar también al desarrollo ulterior del recién nacido; hay estudios que han demostrado que la depresión posparto tiene consecuencias en el desarrollo físico, cognoscitivo, lingüístico y social de niñas y niños; incluso se ha encontrado que las estructuras cerebrales del infante pueden verse afectadas frente a la depresión de la madre”, reveló.

En opinión de la especialista en psicoanálisis, no será igual el desarrollo de un niño o una niña con una madre que cuente con redes de apoyo y salud mental, que le permitan acompañarle, cuidarle y pensarle en la primera infancia, al desarrollo de infantes con madres retraídas a causa de la depresión posparto o a la falta de redes de apoyo.

González Castro recordó que entre un 13 y un 20 % de las mujeres en posparto desarrollarán depresión posparto.

“Estos temas deben estar en las agendas políticas de los candidatos a puestos de elección popular; las infancias y las maternidades son un tema medular para la sociedad; recordemos que en los primeros años se forja la adultez, por lo que la salud mental materno-infantil debe estar en todas las agendas públicas y políticas”, apuntó.

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