¿Es el amor para siempre?

  • Sanjuana Gómez Mendoza, profesora de la Escuela de Psicología de la Universidad de Monterrey, habla sobre los componentes de una relación larga de pareja, los momentos críticos y el amor entre las y los adultos mayores

 

Cada vez los amores son más cortos.

Múltiples historias de las llamadas “novelas rosa”, melodramas televisivos o las versiones cinematográficas de Disney marcaron hace décadas una tendencia en el ideal romántico de las relaciones “para siempre”, con el implícito o explícito “vivieron siempre felices”.

Hoy en día, la idea de las relaciones largas o “hasta que la muerte los separe” ya no es una aspiración, sino solo una posibilidad, ante opciones como las relaciones cortas o las informales, pues se ha constatado que cada vez hay menos bodas y más divorcios.

Pero ¿existe el amor “para siempre”? Explicar el “amor para siempre” es tan complejo como explicar simplemente el amor.

En psicología, existen teorías tan dispares para explicar el amor como la de la neurobióloga Lucy Vincent, basada en reacciones químicas y planteamientos evolucionistas, que afirma que el amor tiene una duración de alrededor de tres años, o la que busca indicadores como la pasión, la intimidad y el compromiso.

Para Sanjuana Gómez Mendoza, profesora de la Escuela de Psicología de la Universidad de Monterrey, el punto es que estos tres elementos tienen que ser alimentados, porque “si no trabajamos la intimidad y el compromiso, el amor se queda solamente en pasión y, efectivamente, la pasión se acaba”.

La investigadora universitaria señaló que cada caso es diferente y, en función del momento de la vida en pareja, a veces es más intensa la presencia de uno de estos tres componentes.

Generalmente, de acuerdo con Gómez Mendoza, la pasión es “el ingrediente de arranque” en una relación, la necesidad de mostrar la intensidad y su vitalidad hacia la otra persona, pero, conforme la relación madura, se agrega el segundo elemento, que es el compromiso, la exclusividad, porque “esa persona es nuestro único foco para manifestarle nuestra intensidad y afecto”, y, por último, la intimidad, que es la cercanía y complementación entre ambos.

“Estos procesos de fortalecimiento de los tres elementos van haciendo que, efectivamente, el amor evolucione y se vaya transformando, dependiendo de los momentos, de las situaciones, de las edades”, apuntó.

CUANDO LA PASIÓN SE ACABA

Gómez Mendoza refirió que algunos matrimonios no resisten el paso del tiempo solamente con el componente de la pasión.

De acuerdo con cifras difundidas por el INEGI, la trayectoria en el tiempo indica que de 2000 a 2020, el porcentaje de la población casada ha disminuido 11 puntos (de 49 a 38 %), en tanto que la población en unión libre aumentó nueve puntos porcentuales (pasó de 11 a 20 %) y la definida como exunida (las personas separadas, divorciadas y viudas) se incrementó de 9 a 12 %.

En 2019 el monto de divorcios es de 160,107; de estos, 338 representan separaciones legales de matrimonios del mismo sexo; los divorcios respecto a los matrimonios han aumentado de manera constante: entre 2000 y 2019 casi se quintuplicaron, al pasar de siete a 32 divorcios por cada 100 matrimonios.

“Son múltiples las interpretaciones (del aumento en el índice de divorcios); se ha incrementado la escolaridad de las mujeres, es mayor la cantidad que asisten a la preparatoria y a la universidad; el hecho de que las mujeres tengan más autonomía económica, es un elemento que contribuye para que, si no se sienten bien en una relación, la concluyan”, explicó.

Otra variable, según la profesora de la UDEM, es la forma en que las personas negocian entre sí: en épocas pasadas, la sombra del divorcio era suficiente para aprender a llegar a acuerdos, pero “en la actualidad, el divorcio ya no es una sombra, no hay tanta preocupación por hacer el intento de corregir o resolver las cosas; entonces, eso facilita que las personas ya no estén tan comprometidas en buscar la manera de mantenerse en la relación”.

En las estadísticas, la población soltera permanece casi sin cambios (31 % en 2000 contra 30 % en 2020, según el INEGI), pero, en opinión de Gómez Mendoza, muchas uniones o separaciones pueden no aparecer de forma clara en las estadísticas, porque muchas personas se definen como solteras, aunque estén en una convivencia.

Esto tiene que ver con la forma en que ha evolucionado el significado de una relación para las personas: “hace muchos años la única forma en que las personas podían tener el permiso de tener algo más que besos y abrazos era que se casara; en la actualidad, los jóvenes no consideran que el casarse sea forzoso para iniciar un relación estable o vivir juntos”.

“Entonces, al mismo tiempo que ha crecido el índice de divorcios, también ha crecido el número de personas que viven en unión libre”, mencionó.

LA PRUEBA DEL TIEMPO

A lo largo de una relación, las parejas viven diferentes etapas, es lo que Gómez Mendoza llama “el ciclo de vida de la familia”.

“Cuando una pareja decide unirse, es porque su relación es estable y va a ser duradera, se unen con miras a formar una familia; dentro de ese ciclo, hay una etapa casi al final de la vida, donde las personas vuelven a quedar como empezaron, solas, cuando los hijos ya no viven con la pareja, y el planteamiento es que es una situación crítica”, destacó.

Un matrimonio largo transita por muchos momentos críticos y quedarse solos es la última prueba para estar juntos o para que cada quien se vaya por su lado, según la especialista universitaria.

“Si por alguna razón la pareja había tenido una vida matrimonial inestable o una vida matrimonial sujeta con convencionalismos y no necesariamente debido a la cercanía o a un aprecio genuino entre los dos, lo que va a suceder es que prefieren separarse”, indicó.

Al quedarse como al principio, sin hijos, la pareja entra en ese proceso que la psicología llama de “reencuentro”, explicó Gómez Mendoza, “las personas se concentran en volver a conocer a su pareja, porque anduvieron atareados con la crianza, con el trabajo, con múltiples actividades que ya dejaron y, entonces, ahora hay un proceso de reencuentro”.

Es en esa etapa cuando puede verse a parejas de muchos años que empiezan a volver a buscarse, a coquetear, a acompañarse, deciden irse de paseo o de viaje, deciden juntos empezar a estudiar algo, comprarse un departamento más pequeño y no tener el peso de que la casa sea muy grande.

“Ellos están revalidando ese afecto que pudo haber estado como que muy entretenido con las múltiples tareas, pero ahora, que ya nada más se tienen el uno al otro, ese amor se incrementa”, estableció.

En esta etapa de reencuentro, hay estudios que demuestran que las personas tienen un mayor bienestar: “se sienten más felices, más realizados y su estado de salud física mejora”.

Por el contrario, las personas que han decidido separarse, según Gómez Mendoza, tienden a sentirse solos, con estados de depresión o de ansiedad y con más probabilidades de enfermarse.

“Pareciera ser que el estar acompañado o en pareja es un predictor de mayor bienestar, en términos generales”, afirmó.

LOS AMORES ADULTOS

Gómez Mendoza destacó que también es posible que las personas separadas ‒incluso, como adultos mayores‒ o cuando enviudan encuentren a alguien y entonces de nueva cuenta surja esa chispa o esa inquietud de interesarle a alguien o de interesarse por alguien, con lo que se inicia una nueva relación.

“Lo que me han expresado los adultos mayores que han vivido esa experiencia es que se siente exactamente lo mismo que cuando uno estaba joven, que hay esas ganas de vivir, esas ganas de verse bien, esas ganas de sentirse revitalizado, ese anhelo de ver a la persona, ese suspirar por la persona”, relató.

“Lo que marca la diferencia es que ya no cometen, por decirlo así, las mismas ocurrencias como en la adolescencia; como ya tuvieron una vida con alguien, les hace como más comprensivos de las diferencias que pueda haber en la relación; yo diría, son más flexibles, más experimentados en saber manejar el desencuentro, y esa sensación ayuda a que se sientan menos forzados a entrar en conflictos cuando se forman estas relaciones nuevas”, asentó.

Cuando un adulto o adulto mayor inicia una relación, piensa más en términos de lo que es el acompañamiento, en tener alguien con quien conversar y con quien compartir ideas, gustos o momentos, “ya no es ese ímpetu, como cuando somos jóvenes, que es más el contenido pasional de la relación”.

Por otro lado, específicamente en las y los adultos mayores, el hecho de que esté cerca la posibilidad de la muerte también marca una diferencia interesante, en opinión de Gómez Mendoza, porque están más orientados a compartir, a escuchar, a tolerar y a buscar la manera de que las cosas se resuelvan.

RELACIONES LARGAS VIABLES

Para Gómez Mendoza, las relaciones amorosas largas o “para siempre” son viables, aunque no son fáciles de lograr.

La condición es que existan tres elementos fundamentales: confianza, comunicación y respeto, porque “cuando las personas cultivan estas tres cualidades en su relación van a estar más dispuestas a buscar soluciones, sin tener que tomar la alternativa de salirse de la relación”.

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