*¿Qué tanto han modificado los teléfonos la convivencia familiar?
A primera vista, la vida familiar actual es igual que en el pasado: hemos conservado la forma de los rituales. Hay cenas, viajes escolares, reuniones familiares.
Pero si la observamos más atentamente, veremos una vida familiar al cuadrado. Compartimos mucho más con nuestra familia: vídeos, fotografías, juegos, el mundo entero. Y podemos estar con nuestra familia de maneras distintas; en cierto modo, es posible no separarnos de ella jamás.
Durante la cena y en el parque, padres e hijos encienden sus móviles y tabletas. Las conversaciones que solían producirse cara a cara ahora se mantienen en línea. Las familias me dicen que les gusta discutir mediante mensajes de texto, correos electrónicos y conversaciones de chat, porque eso les ayuda a expresarse con más precisión. Algunos lo llaman “pelea por el mensaje”.
En las familias, la progresiva ausencia de conversaciones se suma a una crisis de educación. Las conversaciones familiares son útiles porque cumplen una función: para empezar, enseñan a los niños cosas sobre sí mismos y también cómo comportarse en sociedad. Conversar es imaginar otra mente, empatizar, disfrutar de los gestos, del humor y de la ironía del medio de comunicarse que constituye el intercambio de palabras. Son las conversaciones en familia las que enseñan a los niños que sentirse escuchado y comprendido es agradable y reconfortante.
Gracias a la conversación familiar, los niños aprenden por primera vez a ver a los demás como seres individuales, distintos de sí mismos y dignos de ser escuchados y comprendidos. Es el momento en el que aprenden a ponerse en el lugar de los demás, a menudo de un hermano o una hermana. Si tu hijo está enfadado con un compañero de clase, se le puede sugerir que trate de comprender el punto de vista del otro niño.
En las conversaciones familiares, los niños aprenden que lo más importante no es compartir información, sino nutrir la propia relación.